Olía, y cómo no iba a hacerlo, a tierra mojada y a desastre. Los cuatro cineastas independientes del Apocalipsis tenían corazas de fuego, de zafiro y de azufre. Y las lentes de sus cámaras eran como ojos de leones y de sus flashes salían granizos, trombas y plantones. Y la gente en la Condesa que no fue muerta con estas plagas no se arrepintió de las obras de sus manos, ni de no limpiar la caca de sus perros en el parque, ni de estacionarse en el paso peatonal, ni de saludar a la Mapacha, ni de atascar el Patanegra, ni de sus hechicerías (las de la Mapacha), ni de su fornicación, ni de sus hurtos.
Y es que, aunque todos lo sabían, nadie imaginaba que el fin del mundo iniciaría ahí, en “el SoHo mexicano”, que se debate entre París y Nueva York, pero que, por un par de días, quiso sentirse Nueva Orleáns.
Impávidas, las meseras de los bares de tapas se miraban y con los ojos se decían “con razón los negritos jazzistas siempre hacen musiquita triste, güe” y entendieron que su situación era más cajun que el Zideco Bar.
Y yo sentí entre ternura y unas ganas inmensas de reírme a carcajadas. El día después de la tromba (que los satelucos vivimos con perfecto clima) el acceso a la zona de catástrofe fue imposible y trabajé desde casa, pero cuando llegué a la oficina el viernes me sentí una damnificada poser. No había luz, ni agua, ni nada. Ni siquiera una buena razón para estar ahí (aunque entonces no sabía que la luz volvería) y hasta las malencaradas meseras del café La Selva parecían sensibles, cobijándonos de la tragedia, dejándonos usar su baño mientras la calle se llenaba de nuestros mapas y revistas aposhcahuadas.
Durante un par de días la Condesa lució gris.
Condesa was sinking and I didn’t want to swim. Las caras, los cafés, los parques… la prueba fehaciente de que no sabemos lo que realmente es sufrir.
Disfruté mucho la semana porque
Im only happy when it rains. El clima era perfecto para mi. La tromba era yo. O no… el after de la tromba, eso era yo, y visto desde aquí, desde mi síndrome de abstinencia, fueron días felices, memorables… en los que C. y yo bebimos cerveza y comimos jamón serrano después de una tarde de shopping en la que los ecos de la lluvia amenazaban con inundar, nuevamente, el pasaje El Parián.
Quisiera más días caóticos y es que, debo confesarlo: I
feel good when things are going wrong,I only listen to the sad, sad songs and Im only happy when it rains.
[a 12 días sin M.: new orleans is sinking, tragically hip; i’m only happy when it rains, garbage.]
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