Wednesday, March 26, 2008

Postcards from L.A.: Not so glamorous at all

“Todo sale mal en Los Angeles”, me dijo M., y no le creí hasta que, después de un vuelo retrasado y una fila imposible en migración, supe que se había extraviado mi equipaje. Es tarde cuando por fin escapo del LAX y tomo un taxi al hotel.

Casi amanece cuando llego a Beverly Hills y nunca me había sentido tan sola. Las credenciales de prensa están sobre la cama más confortable del mundo y, buenas noticias, el consumo de minibar está incluido en los viáticos. Una copa antes de dormir —me engaño—, pero sé que serán muchas más. Cuando despierto recuerdo aquél libro de H. S. Thompson y pienso que L.A. es una porquería que supera mi resaca y que no necesito salir de mi habitación para comprobarlo.

*
Es día de registros y juntas y de ir al teatro chino a ver la última de esas películas románticas de las que odio escribir, pero muchos aman leer. Camino por el boulevard sin entender por qué estoy ahí y leo todas y cada una de esas estrellas rosas que adornan el suelo sucio y veo cómo, del otro lado de la banqueta, tres patrullas se van llenando de latinos esposados, capturados dentro de un McDonald’s. This is Hollywood like I understood (and it’s not so glamorous at all).

**
Es imposible que duerma sabiendo que hay una botella de champaña gratis en mi cuarto, así que bebo la mitad. Es mi oportunidad de ser excéntrica, de tirarla por el balcón, de regar con ella las palmeras falsas de Doheny Drive, de echarla a la tina y mezclarla con champú para que haga más burbujas; pero hace frío y mi maleta aún no aparece y no quiero ni abrir el balcón.

***
Tercer día en L.A.
No puedo salir del hotel. No hay forma. Los horarios son imposibles. Sólo debo ir a otra suite y dar mi nombre y recibir nueva información, pero en ese subir y bajar se puede ir el día entero. Le marco a L. y él toma el primer avión que sale de Frisco.

Un poco de Jack Daniels siempre cae bien. Aclara la garganta y oculta el frío de las noches californianas. L. llega por mi y vamos hacia el 8852 de Sunset y entramos al Viper Room porque River Phoenix se murió ahí de una sobredosis y eso nos dice que el lugar se debe poner muy bien. With the liquor and the drugs… oh, we have a lot of lust for live.

…Pero ya no son los 90.

****
Afónica. Sin voz. Sin habla. Sin nada que decir. Recibo mi equipaje al fin y procuro gastar los 125 usd a los que tengo derecho antes de hacer el check out. In my room, I will return there I presume. Una vez que caes el L.A. puedes volver siempre. No sé si quiero hacerlo, pero sé que lo haré. And It will be soon.

*****
Último día.
Hollywood, 2008.

No más Beverly Hills. Estoy en Highland Ave. En un hotel barato que encontró L. Nos dan donas y café gratis a partir de las 7 am, pero tendremos que irnos antes.

Vamos por la calle sin nada que hacer, tomando fotos, extrañando a V. y nuestros días en Las Vegas. Tomamos poco y vamos por shabu-shabu y platicamos con té verde y parece que todo es normal de nuevo, pero es día de San Patricio y él quiere hacer algo y yo no puedo decirle que no porque, después de todo, ha viajado sólo para verme, así que vamos a un lugar horrible que nos hace regresar corriendo a la truculenta y envejecida luz roja del Viper y pedimos unos vodka tonics y todo mejora para nosotros mientras una chica canta esas canciones de roquero dolido que suenan crudas, pero que, cuando escuchas con atención, son sólo cursis alaridos de amor. (‘cause all it’s About something called love).

Salimos al cierre del bar y vemos el amanecer desde una sucia mesa de un aún más sucio Denny’s. Pienso en lo que hice durante estos días y puedo contar que me vestí de verde por St. Patricks y que amanecí con un pin de “irish for a day” y que conocí a un par de celebridades y que soñé con días estresantes para despertar a unos peores, pero —si acaso lo menos importante— que comprobé que siempre, siempre, la soledad es más grande en tanto una ciudad está más llena. It’s the greatest irony of all.


[not hollywood, the cranberries; lust for life, iggy pop]

Labels: , , ,

Thursday, March 06, 2008

Postcards from San Francisco: Beneath the borderline

Aún sueño con el viejo Frisco. Clam chowder en el puerto, la brisa fría y salada y V. y yo con sombreros vintage de dos dólares que el aire hacía volar todo el tiempo. Escucho la campana de la cerca de la casa de L., el ruido de su pequeño sistema de calefacción y los haikus que V. nos leía antes de dormir.

Columbus Avenue esquina Kerouac Alley y los libros y las cervezas del Vesuvio que parecían no acabar. Cantaba mientras caminaba. San Francisco was fine.

Íbamos al Zoetrope y tomábamos ese vino de Coppola que no es tan bueno como sus películas y comíamos mucho queso y muchas aceitunas y pelábamos por el camembert. Encontré un dólar en el baño y lo consideré una señal. Hablábamos del pasado y reíamos. Pensábamos en Cassady, en sus autos robados y sus mujeres jovencísimas y en Ginsberg también porque habíamos comprado nuevas copias de Howl como souvenir y concluimos que si, que las mejores mentes de toda generación se destruyen al fin por la locura.

Las noches eran memorables. Unas de jazz, otras de rock. Todas ellas con cerveza barata en mano. En uno de esos paseos acabamos durmiendo en una estación de tren donde seis cincuentones tenían una fiesta y había un letrero sobre un asiento para bolear que decía “successfull people wear shiny shoes”.

*
A los doce años me enamoré de Jack Kerouac. He seguido su rastro desde entonces. En la Roma, en Nueva York, en San Miguel de Allende. Leía sus libros en español y en inglés y, desde entonces, me pregunté cómo sería la vida on the road.

Si yo hubiera sido una beatnik, pensaba… pero el tiempo no se elige y yo llegué a otra ciudad. The old Frisco no existe más que en la parafernalia turística y yo llegué a ‘Sco’ tan tarde que el debate call it or dont’ call it Frisco carecía ya de toda importancia.

**
A lo lejos veía Alcatraz y desde otro punto el Golden Gate. Caminamos bajo la lluvia buscando un buen lugar thai para comer noodles con leche de coco y tomamos unas cuantas fotos sin sentido.

El árbol de navidad de Macy’s era inmenso como nuestros corazones rotos. Huíamos. Bebíamos o leíamos o nos ignorábamos: huíamos. No importaba lo que hiciéramos, escapábamos. No nos dejábamos atrapar.

Pero con el paso de los días las calles nos iban alcanzando. Dejamos Frisco porque estábamos tejiendo historias en ese lugar. Echar raíces hiere. Al más mínimo indicio de sufrimiento se debe tomar otro avión.

¿Por qué? No lo sé. Ahí estábamos huecos, pero sin dolor. ¿A qué temíamos? Tampoco sé. Please don’t ask me nothin’ about nothin’, because I just migh tell you the truth …y la verdad es echar raíces.

***
Dijimos adiós al MoMa y a Yerba Buena y a la fabulosa pizza de queso de cabra del Steps of Rome. A los leones marinos les echamos un vistazo y a las gaviotas unas migas. Hicimos camino a Vegas buscando refugio y estuvo bien. Confié en mi suerte. Si me esforzaba, podía ver a mis zapatos brillar. Después de todo fui yo la que encontró un dólar en el baño del Zoetrope y cuando uno llega a un lugar donde le pagan por orinar, no hay duda: ha recibido una buena señal.

La nostalgia estaba en la maletera cuando despegamos. Oh, God, San Francisco was so fine.


[california, bob dylan]

Labels: , , , ,