Monday, December 24, 2007

Souls on fire

Camino con JB por Michoacán y luego por Montes de Oca y luego por algunas otras calles sin sentido. Estamos borrachos (yo más). Es obvio que no nos sienta bien el desamor. Nos gritamos y nos lastimamos. A veces hay besos fríos, obligados, mecánicos y violentos. Es como si no hubiera más que ira.
Los dos somos así: necios, manipuladores y soberbios. La furia se enciende rápido entre nosotros. Sacamos lo peor el uno del otro. No hay más que palabras duras y confusión.
Suelo tejer historias autodestructivas, pero ninguna se había creado a si misma con tanta fuerza. En este caso no hice nada más que estar. No nos forzamos a lastimarnos: lo hacemos naturalmente. Un asunto terrible e inevitable.
Lo obligo a entrar a un hotel. Busco una escena, un escape. No quiero olvidarlo todo, pero tampoco quiero saber nada. Mi mente está revuelta. La suya, seguramente, también. Falta ropa y afecto. Quizá sería mejor que hubiera lágrimas, pero la tristeza tiene tantos matices…
Nada puede pasar entre nosotros porque nuestra cólera es más fuerte que cualquier afecto. Ni siquiera intentamos ablandarnos. Somos egoístas. Yo, seguramente, más.
No nos va la soledad. Ambos estamos enamorados de nuestro pasado. Es difícil olvidar las buenas historias. Es como leer un manual después de terminar la novela que cambió tu vida.
“Es porque somos amigos” –digo yo- “no somos amigos”, responde. Y quizá tenga razón. Somos lo contrario y, al mismo tiempo, somos tan iguales que parece que nuestra misión es destruirnos para poder ser únicos. Hay más gritos, palabras, gestos y contactos agresivos. La violencia parece ser nuestro elemento. En el fondo, lo sabemos, ambos tenemos un lado cálido y suave, pero no para compartirlo. Es territorio prohibido. Todo lo bueno que habitaba en nosotros, se fue con aquellos que nos abandonaron.

*
Los abandonados sólo pueden llenarse de ira y emborracharse y vagar por las calles y decidir con violencia que hay que ir a un hotel a continuar las agresiones y luego gritarse en los camellones oscuros de la Roma y compartir un taxi enmudecidos.
Los abandonados sólo vagan por ahí, arrastrando culpas y dolor y una profunda incapacidad para pasarla bien. Luego huyen a Las Vegas, cada uno por su cuenta, cada uno en distintas fechas porque no pueden pisar la misma ciudad y van por ahí sin remordimientos (aunque sabiendo que algo hicieron mal) porque los dos piensan que, de una torcida forma, se han dado su merecido. Apuestan como apostaron esa mala noche, unas veces algo de dinero, otras, dignidad. El destino, lo saben, los hará perder, pero intentan por necedad. Los abandonados son gente triste. Extraños en la noche. Gente solitaria y perdida que colapsa y se destruye al encontrarse. Lloran sin lágrimas y se sorprenden cuando descubren que no se sienten mal por haberse lastimado. Están acostumbrados al vacío porque creen (y quizá tengan razón) que después de lo que ya tuvieron y se fue, no queda nada.

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Los que abandonan (a él L. a mi M., a todos alguien)… ellos quién sabe dónde estarán.

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Pero siempre hay esperanzas…
All we need is a strong heart and a nerves of steel: Viva las vegas.


[viva las vegas, elvis presley. strangers in the night, frank sinatra]

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