Thursday, March 06, 2008

Postcards from San Francisco: Beneath the borderline

Aún sueño con el viejo Frisco. Clam chowder en el puerto, la brisa fría y salada y V. y yo con sombreros vintage de dos dólares que el aire hacía volar todo el tiempo. Escucho la campana de la cerca de la casa de L., el ruido de su pequeño sistema de calefacción y los haikus que V. nos leía antes de dormir.

Columbus Avenue esquina Kerouac Alley y los libros y las cervezas del Vesuvio que parecían no acabar. Cantaba mientras caminaba. San Francisco was fine.

Íbamos al Zoetrope y tomábamos ese vino de Coppola que no es tan bueno como sus películas y comíamos mucho queso y muchas aceitunas y pelábamos por el camembert. Encontré un dólar en el baño y lo consideré una señal. Hablábamos del pasado y reíamos. Pensábamos en Cassady, en sus autos robados y sus mujeres jovencísimas y en Ginsberg también porque habíamos comprado nuevas copias de Howl como souvenir y concluimos que si, que las mejores mentes de toda generación se destruyen al fin por la locura.

Las noches eran memorables. Unas de jazz, otras de rock. Todas ellas con cerveza barata en mano. En uno de esos paseos acabamos durmiendo en una estación de tren donde seis cincuentones tenían una fiesta y había un letrero sobre un asiento para bolear que decía “successfull people wear shiny shoes”.

*
A los doce años me enamoré de Jack Kerouac. He seguido su rastro desde entonces. En la Roma, en Nueva York, en San Miguel de Allende. Leía sus libros en español y en inglés y, desde entonces, me pregunté cómo sería la vida on the road.

Si yo hubiera sido una beatnik, pensaba… pero el tiempo no se elige y yo llegué a otra ciudad. The old Frisco no existe más que en la parafernalia turística y yo llegué a ‘Sco’ tan tarde que el debate call it or dont’ call it Frisco carecía ya de toda importancia.

**
A lo lejos veía Alcatraz y desde otro punto el Golden Gate. Caminamos bajo la lluvia buscando un buen lugar thai para comer noodles con leche de coco y tomamos unas cuantas fotos sin sentido.

El árbol de navidad de Macy’s era inmenso como nuestros corazones rotos. Huíamos. Bebíamos o leíamos o nos ignorábamos: huíamos. No importaba lo que hiciéramos, escapábamos. No nos dejábamos atrapar.

Pero con el paso de los días las calles nos iban alcanzando. Dejamos Frisco porque estábamos tejiendo historias en ese lugar. Echar raíces hiere. Al más mínimo indicio de sufrimiento se debe tomar otro avión.

¿Por qué? No lo sé. Ahí estábamos huecos, pero sin dolor. ¿A qué temíamos? Tampoco sé. Please don’t ask me nothin’ about nothin’, because I just migh tell you the truth …y la verdad es echar raíces.

***
Dijimos adiós al MoMa y a Yerba Buena y a la fabulosa pizza de queso de cabra del Steps of Rome. A los leones marinos les echamos un vistazo y a las gaviotas unas migas. Hicimos camino a Vegas buscando refugio y estuvo bien. Confié en mi suerte. Si me esforzaba, podía ver a mis zapatos brillar. Después de todo fui yo la que encontró un dólar en el baño del Zoetrope y cuando uno llega a un lugar donde le pagan por orinar, no hay duda: ha recibido una buena señal.

La nostalgia estaba en la maletera cuando despegamos. Oh, God, San Francisco was so fine.


[california, bob dylan]

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3 Comments:

Anonymous Anonymous said...

no sé si haber abandonado tu blog te quitó fanaticada o de plano los feeds omiten comentarios al 100%, pero supongo que alguien tiene que decirlo: qué nivelazo de textos te manejas.

si dejas describir, te dejo de hablar por msn ;·)

tuyo,
·g·

9:05 PM  
Anonymous Anonymous said...

a los doce años menanamoré de la señora que vivía en el primer piso. pero deso ya nadie se acuerda.
qué buen texto, neta.
abrazo.

7:16 PM  
Blogger Ursula Rodríguez said...

Sepa usted que me ha inyectado una nueva adicción... Y le recordamos que nos debe unos textos por los meses pasados ;)

8:52 AM  

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