Sunday, July 12, 2009

esto, finalmente, se ha mudado pacá:


fakeplasticmon.wordpress.com



no pude poner el enlace y seguro seguiré sin actualizar. plop.

Friday, April 24, 2009

the number needed to harm

Me vale madres la influenza.

[i might be wrong, radiohead]

Labels: , , ,

Monday, December 22, 2008

mis alas que me duelen


ya no afiles las navajas
ya no me haces daño cuando me las clavas
ya no afiles los colmillos
ya no me haces daño
cuando me desangras



ya no me destruyas más
ya no me destruyas más
ya no me destruyas mejor desaparece
no rasques mis alas
que me duelen

no me destruyas más




[no me destruyas, zoé]

Labels: , ,

Wednesday, March 26, 2008

Postcards from L.A.: Not so glamorous at all

“Todo sale mal en Los Angeles”, me dijo M., y no le creí hasta que, después de un vuelo retrasado y una fila imposible en migración, supe que se había extraviado mi equipaje. Es tarde cuando por fin escapo del LAX y tomo un taxi al hotel.

Casi amanece cuando llego a Beverly Hills y nunca me había sentido tan sola. Las credenciales de prensa están sobre la cama más confortable del mundo y, buenas noticias, el consumo de minibar está incluido en los viáticos. Una copa antes de dormir —me engaño—, pero sé que serán muchas más. Cuando despierto recuerdo aquél libro de H. S. Thompson y pienso que L.A. es una porquería que supera mi resaca y que no necesito salir de mi habitación para comprobarlo.

*
Es día de registros y juntas y de ir al teatro chino a ver la última de esas películas románticas de las que odio escribir, pero muchos aman leer. Camino por el boulevard sin entender por qué estoy ahí y leo todas y cada una de esas estrellas rosas que adornan el suelo sucio y veo cómo, del otro lado de la banqueta, tres patrullas se van llenando de latinos esposados, capturados dentro de un McDonald’s. This is Hollywood like I understood (and it’s not so glamorous at all).

**
Es imposible que duerma sabiendo que hay una botella de champaña gratis en mi cuarto, así que bebo la mitad. Es mi oportunidad de ser excéntrica, de tirarla por el balcón, de regar con ella las palmeras falsas de Doheny Drive, de echarla a la tina y mezclarla con champú para que haga más burbujas; pero hace frío y mi maleta aún no aparece y no quiero ni abrir el balcón.

***
Tercer día en L.A.
No puedo salir del hotel. No hay forma. Los horarios son imposibles. Sólo debo ir a otra suite y dar mi nombre y recibir nueva información, pero en ese subir y bajar se puede ir el día entero. Le marco a L. y él toma el primer avión que sale de Frisco.

Un poco de Jack Daniels siempre cae bien. Aclara la garganta y oculta el frío de las noches californianas. L. llega por mi y vamos hacia el 8852 de Sunset y entramos al Viper Room porque River Phoenix se murió ahí de una sobredosis y eso nos dice que el lugar se debe poner muy bien. With the liquor and the drugs… oh, we have a lot of lust for live.

…Pero ya no son los 90.

****
Afónica. Sin voz. Sin habla. Sin nada que decir. Recibo mi equipaje al fin y procuro gastar los 125 usd a los que tengo derecho antes de hacer el check out. In my room, I will return there I presume. Una vez que caes el L.A. puedes volver siempre. No sé si quiero hacerlo, pero sé que lo haré. And It will be soon.

*****
Último día.
Hollywood, 2008.

No más Beverly Hills. Estoy en Highland Ave. En un hotel barato que encontró L. Nos dan donas y café gratis a partir de las 7 am, pero tendremos que irnos antes.

Vamos por la calle sin nada que hacer, tomando fotos, extrañando a V. y nuestros días en Las Vegas. Tomamos poco y vamos por shabu-shabu y platicamos con té verde y parece que todo es normal de nuevo, pero es día de San Patricio y él quiere hacer algo y yo no puedo decirle que no porque, después de todo, ha viajado sólo para verme, así que vamos a un lugar horrible que nos hace regresar corriendo a la truculenta y envejecida luz roja del Viper y pedimos unos vodka tonics y todo mejora para nosotros mientras una chica canta esas canciones de roquero dolido que suenan crudas, pero que, cuando escuchas con atención, son sólo cursis alaridos de amor. (‘cause all it’s About something called love).

Salimos al cierre del bar y vemos el amanecer desde una sucia mesa de un aún más sucio Denny’s. Pienso en lo que hice durante estos días y puedo contar que me vestí de verde por St. Patricks y que amanecí con un pin de “irish for a day” y que conocí a un par de celebridades y que soñé con días estresantes para despertar a unos peores, pero —si acaso lo menos importante— que comprobé que siempre, siempre, la soledad es más grande en tanto una ciudad está más llena. It’s the greatest irony of all.


[not hollywood, the cranberries; lust for life, iggy pop]

Labels: , , ,

Thursday, March 06, 2008

Postcards from San Francisco: Beneath the borderline

Aún sueño con el viejo Frisco. Clam chowder en el puerto, la brisa fría y salada y V. y yo con sombreros vintage de dos dólares que el aire hacía volar todo el tiempo. Escucho la campana de la cerca de la casa de L., el ruido de su pequeño sistema de calefacción y los haikus que V. nos leía antes de dormir.

Columbus Avenue esquina Kerouac Alley y los libros y las cervezas del Vesuvio que parecían no acabar. Cantaba mientras caminaba. San Francisco was fine.

Íbamos al Zoetrope y tomábamos ese vino de Coppola que no es tan bueno como sus películas y comíamos mucho queso y muchas aceitunas y pelábamos por el camembert. Encontré un dólar en el baño y lo consideré una señal. Hablábamos del pasado y reíamos. Pensábamos en Cassady, en sus autos robados y sus mujeres jovencísimas y en Ginsberg también porque habíamos comprado nuevas copias de Howl como souvenir y concluimos que si, que las mejores mentes de toda generación se destruyen al fin por la locura.

Las noches eran memorables. Unas de jazz, otras de rock. Todas ellas con cerveza barata en mano. En uno de esos paseos acabamos durmiendo en una estación de tren donde seis cincuentones tenían una fiesta y había un letrero sobre un asiento para bolear que decía “successfull people wear shiny shoes”.

*
A los doce años me enamoré de Jack Kerouac. He seguido su rastro desde entonces. En la Roma, en Nueva York, en San Miguel de Allende. Leía sus libros en español y en inglés y, desde entonces, me pregunté cómo sería la vida on the road.

Si yo hubiera sido una beatnik, pensaba… pero el tiempo no se elige y yo llegué a otra ciudad. The old Frisco no existe más que en la parafernalia turística y yo llegué a ‘Sco’ tan tarde que el debate call it or dont’ call it Frisco carecía ya de toda importancia.

**
A lo lejos veía Alcatraz y desde otro punto el Golden Gate. Caminamos bajo la lluvia buscando un buen lugar thai para comer noodles con leche de coco y tomamos unas cuantas fotos sin sentido.

El árbol de navidad de Macy’s era inmenso como nuestros corazones rotos. Huíamos. Bebíamos o leíamos o nos ignorábamos: huíamos. No importaba lo que hiciéramos, escapábamos. No nos dejábamos atrapar.

Pero con el paso de los días las calles nos iban alcanzando. Dejamos Frisco porque estábamos tejiendo historias en ese lugar. Echar raíces hiere. Al más mínimo indicio de sufrimiento se debe tomar otro avión.

¿Por qué? No lo sé. Ahí estábamos huecos, pero sin dolor. ¿A qué temíamos? Tampoco sé. Please don’t ask me nothin’ about nothin’, because I just migh tell you the truth …y la verdad es echar raíces.

***
Dijimos adiós al MoMa y a Yerba Buena y a la fabulosa pizza de queso de cabra del Steps of Rome. A los leones marinos les echamos un vistazo y a las gaviotas unas migas. Hicimos camino a Vegas buscando refugio y estuvo bien. Confié en mi suerte. Si me esforzaba, podía ver a mis zapatos brillar. Después de todo fui yo la que encontró un dólar en el baño del Zoetrope y cuando uno llega a un lugar donde le pagan por orinar, no hay duda: ha recibido una buena señal.

La nostalgia estaba en la maletera cuando despegamos. Oh, God, San Francisco was so fine.


[california, bob dylan]

Labels: , , , ,

Wednesday, February 20, 2008

Postcards from London: She comes in colors everywhere

Veintidós horas en Londres. No hay que dormir. Aún hay sol cuando K. y yo bajamos del tren. Tomamos el primer shot de expreso —le seguirán decenas— y es el peor café que he probado en mi vida. Tenemos pocas libras.

No recuerdo grandes cosas, pero eso no importa. Los detalles bastan para mi. La recuerdo a ella, feliz, caminando por Picadilly, mordisqueando una whooper con una sonrisa ácida, como si le hubiera robado el bocado a la reina Isabel.

Quiere ver una obra, pero los teatros están llenos. Las únicas funciones a nuestro alcance son eliminadas: una ya la vio en Nueva York, la otra la verá en Madrid y un par más no le interesan. Cae de sueño, pero permanece despierta por mi. Le sonríe a todos por la calle. Los ingleses no son fríos con ella. She’s like a rainbow.

Anochece y encontramos una fiesta a orillas del Támesis. A K. no le gusta el house, pero tolera que yo baile un rato con extraños. La euforia dura poco. Las bocinas callan y la gente se esfuma. Hay que retomar la marcha.

Vemos el río bajo el puente. Le doy un audífono de mi iPod. Suena And I love her. Me grita que odia a los Beatles. Sólo ella podría gritar eso en Reino Unido sin consecuencias. She’s like a queen in days of old.

Un expreso más y habremos enloquecido. Necesitamos establecernos. Caminamos hasta Notting Hill y buscamos un lugar barato en los alrededores. Entramos a un hostal donde compartiremos habitación con ocho personas… eso a K. no le importa. Habla con todos. Habla en francés, en inglés, en español, en japonés. Impacta a todos. Me impacta a mi: She shoots colors all around

Descansamos un par de horas y continuamos la marcha al amanecer. Me lleva corriendo al TATE y yo la pierdo. No quiere entrar a las exposiciones temporales… ya las vio todas en París. “Te veo en el Hard Rock” –me dice– y no ha terminado la frase cuando ya camina hacia Green Park.

Tardo horas en llegar. La veo sólo después de haberme perdido durante horas, después de haberle pedido dinero a un desconocido para subir a un bus y calmar el dolor de mis pies. K. es un premio entre la multitud. Es difícil alcanzarla, pero fácil reconocerla porque lleva sus colores a cualquier parte y deja estelas. Me sonríe y me ofrece la mitad de un pan. La parte que falta es todo lo que ha comido en el día. A mi me basta con su risa.

Y caminamos hacia Waterloo mientras fantasea con ser de la realeza inglesa y yo le sigo el cuento. Ella es un arcoiris, ella lo sabe: no le hace falta corona para ser reina.

[she’s a rainbow, the rolling stones. and i love her, the beatles]

Labels: , , , , ,

Tuesday, February 12, 2008

Postcards from Vegas: Cuatro nueves

Estamos L. V y yo en el McCarran. No hemos pisado Nevada y ya extrañamos Frisco. Aún así llegamos con cierto optimismo al casino y yo meto un dólar en la tragaperra y tín-tín-tín-tín-tín, un dólar se vuelve veinte y descubro el botón “bet max” y entonces tenemos ochenta. Tín-tín-tín-tín-tín, bet max y doscientos me suena a buena cantidad para retirarme y nos reímos: hoy tendremos tragos gratis, cortesía de Vegas.

Vamos por el strip tomando margaritas y ese merlot en four pack que L. encontró en el Seven y unos chicos negros nos invitan al Caesar’s Palace. Entramos con ellos al Poetry o como se llame, pero odiamos el hip-hop y nos largamos en cuanto se descuidan para parar en un nuevo casino donde hay mucha gente elegante y mejores cocteles, pero el tín-tín-tín-tín-tín jamás llega y V. nos dice “paren”, pero L. y yo la ignoramos porque nos enganchamos muy rápido.

Perdemos todo lo que habíamos ganado y ahora tenemos muy poco dinero y estamos muy borrachos y nos hace falta una buena línea.

*
Estamos en el Mandalay Bay. A estas alturas no recordamos lo que hicimos en la mañana (¿hicimos algo en la mañana?). Evitamos todas esas máquinas con todos sus sonidos de falso triunfo y vamos a House of Blues y vemos a un imitador de Prince que nos hace reír como locos y entonces se me acerca esa rubia. “My little man”, me dice, “likes you” y toca mi cabello y dice que ella quisiera tenerlo de ese color y no me suelta y luego me invita a pasar la noche en su casa que está a veinte minutos de ahí y yo le digo que está loca y me doy la vuelta y ella se ríe y abraza a su hombrecito y se va.

L. conoció a una chicas de Tijuana que lo rodean mientras bailan y parece que tuviera un harem. Pero a él no le importa ninguna de ellas y se la pasa viendo a otra tipa que tiene pinta de Beyoncé en drogas que, por supuesto, no le responde nunca las miradas. Busco a V. y no está ni en el baño ni en el suelo ni ha salido del lugar y de pronto la encuentro en otra barra donde come un vaso de cerezas que le ha invitado un tipo que mide como dos metros (y como uno de ancho) y trae un sombrero de copa y una estola roja y yo digo que hay que botarlo, pero ella dice que era el padrino de boda de unos amigos que lo abandonaron en el antro y que le está pagando todo y quiere conservarlo.

**
No hay día ni noche en Las Vegas, sólo siete naipes a elegir: siete pecados para siete días de estancia es un buen deal. Nos hundimos, nos hundimos, nos hundimos. Salimos del Mandalay y vamos al Studio 54.

V. sigue con el gigante y la madrugada la alcanza cuando lo empieza a besar como una loca. Se ve tan pequeña entre sus brazos y yo no puedo hacer más que ver porque decidí que, esa noche, nadie sería suficiente para mi. L. arrastró a su harem hasta este club y ellas le restriegan sus cuerpos. Él me vigila porque he tomado mucho, pero deja de preocuparse cuando me ve rechazar a esos gringos de Nuevo México (Wow!, you’re from Mexico and we are from New Mexico, what a coincidence!) y yo les sonrío y ellos me invitan una cerveza y luego les miento que voy al baño y pienso: dios, pero qué jodidos están estos gringos.

Y de pronto volteo al centro de la pista y hay un tipo con una gabardina verde que le arrastra hasta los pies y tiene ese look de Jesucristo beatnik que me encanta y me acerco a él con mi mini vestido de lentejuelas negras y mis pumps brillantes que casi se deshacen de tanto recorrer el strip y él ni se inmuta y yo tengo que iniciar la conversación.

Descubro que es cineasta y que es de Venezuela y que no habla mucho, pero besa bien y entonces L. interrumpe y me dice que ya amaneció y que debemos ir a dormir un rato o ir a cenar al Denny’s y me toma del brazo y me lleva hasta la puerta sin que yo pueda dejarle al tipo mi número de habitación.

***
Abro la cortina y la luz me lastima los ojos. Hay niebla y los vidrios están empañados y todo se ve tan triste en las mañanas que me siento ahí y pienso que nunca, jamás te contaré todo esto. Baby, there’s a part in me, you’ll never know. Nunca te diré cómo te extrañé en medio de la locura. Cómo no tomé todas las oportunidades de caer por recordarte. Mi debilidad por ti… the only thing I’ll never show. Y ahí están todos esos letreros, vacíos de luz como estoy yo y entiendo que I love you endlessly and I’ll give you everything if the moment ever comes.

****
Cuando se mete el sol es hora de salir de nuevo. Así las marquesinas te engañan. La felicidad es falsa. V. lo sabe y no quiere levantarse, pero L. está en el New York y yo me doy un baño y salgo para encontrarme con él en el Mirage. Tomo el bus y esta vez no voy ni tomada ni dormida ni hablando con alguien y entonces pongo atención al camino y a la gente y a sus conversaciones y no, no puedo creer lo que escucho.

Un vagabundo, como todos los vagabundos del mundo, hablando solo en un rincón. Su piel negra se ve gruesa, pero dañada y pienso que si hiciera un cortometraje su papel sería para Morgan Freeman. Dice lo que dicen muchos: lo perdí todo, perdí a mi familia y no tengo amigos. Entonces sube otro tipo que podría ser un Bruce Willis muy gordo y se sienta frente a él y lo saluda y le dice: “casi gano” y el negro le pregunta: “cuánto perdiste” y el otro responde “todo”. Y yo veo en sus ojos que dice la verdad. Y pienso en todo lo que él creyó que podía ganar, en todos sus cherished dreams forever asleep y me río, pero en realidad tengo ganas de llorar un poco y parece que él también.

"¿Qué tenías?" pregunta el negro. Dos reinas y dos sietes, dice el gordo. ¿Y qué sacaron? —insiste el vagabundo— “cuatro nueves”, le contesta y entonces ya todos estamos atentos a la historia. “Nadie tiene cuatro nueves” es lo último que dice el negro y esas palabras resuenan en la cabeza de los que vamos en el bus y todos, en mayor o menor volumen, las repetimos. Unos musitan y otros gritan y yo me digo que no, que cuatro nueves no, y es que nadie, na-die, tiene cuatro nueves.

*****
Y yo bajo en la siguiente parada y le doy una última mirada a esos dos extraños tipos y entro al casino a buscar a L. y pienso en todo lo que he perdido y en lo que perderé y en que a mi nunca me saldrán cuatro nueves para reponer todo lo que he apostado y miro a mi alrededor y sé que a cada paso que doy hay alguien que mete un dólar en las tragaperras y aprieta “bet max” y espera el tín-tín-tín-tín-tín o cree que ganará esa última y siempre maldita partida de poker, but the moment never comes.


[endlessly, muse]

Labels: , , ,