Tuesday, January 23, 2007

Con disfraz de pecadora

Tengo una cita el jueves, en la calle Londres. Ahí nací, expuse mis fotos en un Cedart (hace mucho cuando era un lugar para visitar a mi amiga A., que aún no cambiaba al DF por San Miguel) y conocí a un hombre que se jactaba de ser tan guapo y brillante que, al final, uno realmente se convencía de que lo era.

Lo conocí nerdmente. Leía su columna en un periódico y un día le escribí. Él respondió. Comenzamos luego a chatear y a los pocos días nos conocimos. Nos caímos bien, quizá hasta nos gustamos, pero no tanto, seguramente. Suficiente para que me regalara un cómic que yo atribuía a una mente enferma, pero cuyo autor era precisamente él Entonces yo no estaba equivocada, claro está.

Comer con él, las pocas veces que lo hicimos, fue siempre una experiencia divertida. Me hizo la vida más ligera y amable en una época en la que M. me ignoraba todo el tiempo y en la que J. comenzaba a convertirse en un fantasma que, hasta ahora, me persigue y me encuentra cuando menos lo espero.

Me hizo reír y nunca se lo agradecí. Es una gran persona y nunca le dije cuánto lo consideraba. Incluso puedo decir que lo quise tanto como quiero sólo a mis amigos más cercanos. Y eso es mucho. Más de lo que podría merecer alguien que piensa que estoy hecha de plástico fino (y ni tan fino, agregaría quizá).

Un día, sin más, desapareció. No sé qué le hice o que le dije (porque, eso si, se comportaba como una nena para muchas cosas), pero no volvió a escribirme o hablarme o verme nunca más. Nunca sabré que pasó, y aunque ya no me preocupa saberlo, temo que fuera mi culpa. Todo hombre es un enigma y toda mujer una bruja consumada. Yo no quería serlo, pero mi naturaleza me traiciona de vez en cuando y sin darme cuenta.

Supe, luego, que estando en Chile se había enamorado y se había mudado a París. Se casó. Me lo contaron mientras yo leía con soltura una revista. Me sentí feliz, recuerdo, porque si alguien merecía que su vida fuera una hermosa novela, era este personaje. A veces la vida si es justa.

Hace mucho no pensaba en él, y es que hace mucho no pensaba en esa calle. Estaba a punto de olvidar la noche que me esperó en la barra de un bar, mientras, en otro lado, yo iba haciendo discoteca. O esa otra vez en la Condesa cuando, seguramente, lo salpiqué con espuma de cerveza... y no hubo otra vez, y que bueno, porque de haberla habido él no me iba a rescatar.

Recorreré la vieja calle de Londres en estos días y no podré pasar por él para ir a comer ni podré ver a A. porque ella, como él, no volverá nunca a ese rincón de la Zona Rosa y no volveré a exponer mis fotos en ningún lado porque he abandonado eso hasta nuevo aviso.

Me imagino que, de esto, ya nada importa, pero dicen, dicen, que fueron días para recordar.




[veneno en la piel, radio futura]

Labels: , , ,

3 Comments:

Blogger grabiel said...

¿y realmente será feliz en parís o nadamás se cobró un centavo de venganza contra tu ni-siquiera-culpa?

7:32 AM  
Blogger Monique said...

ah, no sé...
yo la verdad creo que es feliz. es una de esas personas a la que es difícil desearles lo contrario.
y bueno, es que tampoco tengo por qué hacerlo.
pero en df también somos felices, qué no?
aunque, junto a alón, me has pospuesto una noche de pujol y yo no dejo de pensar en el lomo de venado con plátano.

sabes?, creo que él cree que soy una psicópata.. tú crees?, tengo el perfil???


beso.

8:59 AM  
Anonymous Anonymous said...

chale. sin conocerte sé de quién hablas, quién no se enamoraría de él?

7:30 AM  

Post a Comment

<< Home